8 vinilos y una editorial


Una editorial que saca sólo un solo ejemplar de cada libro.
Una biblioteca llena de vinilos.
Un libro dentro de cada vinilo. Con fotos, biografía y contratapa.
Para quienes quieren leer los textos, pueden acceder a ellos haciendo click arriba de la imagen.


El idioma del purgatorio
(sobre el proyecto fotográfico “Diciembre 2011” de Royi Lescano)




Diciembre suele ser en Córdoba un mes caluroso y algo apagado. Los procesos, como el año calendario, se van cerrando, llega el verano, algunas personas se preparan para c
onsumir fiestas y vacaciones y otras deben seguir a toda máquina. Entre otras cosas, voy a recordar a diciembre del 2011 por los semáforos apagados en la calle, el olor flotante de la basura y las fotos de Royi Lescano.
En un proyecto simple de nombre común (“Diciembre 2011”), Royi s
e propuso subir una foto a la web para cada día del último mes del año. En las fotos de Royi no hace calor ni frio, eso ya era un alivio. La primera de la serie es una fotografía épica de un portal: Agamben decía que para él las fotografías representaban una parte del mundo (un objeto, un rostro) tal como aparecerían el día del Juicio Final. Bueno, el Juicio Final, aquello que trae otro tiempo y acaba con los nombres, parece asomarse detrás de esa foto y de las fotos de portales de Royi, de la luz que se desprende y se le impone a los objetos. Las fotografías son simétricas, equilibradas, cotidianas y con un trabajo minucioso sobre el color.



Hay una foto de esos globos que la gente tira en año nuevo o Nav
idad flotando en el cielo; las luces de la ciudad debajo y una constelación arriba parecen hacer del mundo de los globos flotantes el idioma del purgatorio: al borde de imitarla, trazan una figura cercana y casi idéntica a la de la constelación. Hay una foto de un anciano vestido de Papá Noel: en esa foto, el rojo y el dorado de los objetos y los adornos hace pensar en el consumo, la riqueza y la constante promesa de acumulación, juventud, amor y felicidad. El anciano vestido de Papá Noel, mientras tanto, muestra una mueca ambigua, mezcla de sonrisa, vejez, amargura, histrionismo y cansancio. El aspecto atemporal, colorado e icónico de la figura del abuelo Noel contrasta con el blanco de la barba y el rostro, como si varios tiempos y varias historias batallaran en el cuerpo de los hombres y sus fotografías.
Es una foto siniestra y hermosa que, como las fotos de Royi de los portales y las ventanas, las rutas y las calles, hace pensar a la vez en un tiempo lejano: como si hoy fuera el Renacimiento, como si ayer hubiese sido la Edad Media, nos hacen vivir en el hoy y en el futuro a la vez. Acarrean el estigma, el ritmo y la ironía del año calendario.


Están los calendarios de los talleres mecánicos, los calendarios imantados para la cocina y las heladeras y finalmente están los calendarios en serie, llenos de figuras de animales domésticos enseñándonos su pasado domesticado, su fisonomía casi humana. Royi también incluye animales en sus fotos: un perro llevando un palo, ladeando la cabeza; un gato atrapado en un pasillo, atrapado por el ojo de la cámara, los portones y las paredes; otro gato caminando por la cornisa, su reflejo en una ventana, la mirada del reflejo que mira de otro modo, a su manera siniestra, como si estuviese mirando para afuera y afuera fuese dentro y un animal pudiese mirar de tres formas distintas simultáneamente. Ese gato nos recuerda, a la
vez, al gato de la foto anterior, así como la ventana nos lleva hacia otra de la ventana, y ésta hacia uno de los portales, y el rostro de un militante hacia el rostro del abuelo Noel y cada foto es una calle que atraviesa la fotografía anterior y los escombros de diciembre.
Es inevitable pensar que la ciudad fotografiada por Royi es la ciudad que conocemos: ahí vemos la plaza San Martin, la magnánima fachada de la iglesia de los capuchinos, la esquina de Obispo Trejo y Caseros, un lugar céntrico en construcción. Hay una mujer con la cabeza apoyada sobre la
mano, mirando hacia el espacio vacío que tiene delante; hay un chico que camina tocando el acordeón; hay un hombre de camisa soltando humo (que parece flotar con la cadencia de los globos) y así la ciudad de siempre resulta metida de pronto en una parte de Europa, o en una de esos álbumes de viaje que nos dan ganas de visitar el lugar que le pertenece a los otros.
“No al cospelazo”, leemos.
“Demoliciones”, leemos.
“Ex sanatorio mayo”, leemos.
“Diversidad”; “Mi abuela es la foto 17”, leemos.
En una forma contemporánea de la bitácora de viaje, durante diciem
bre Royi subió una foto por día a la web. Al fin y al cabo no hacía falta irse muy lejos: son las ventanas, los portales, las iglesias, el rostro de algunas personas, los animales fantásticos, las calles mojadas y luego secas de la ciudad.
Personajes y gestos y luz recorriendo las fotos, como si fuesen las palabras de un diario personal, como si fuesen las anotaciones que con nuestras huellas hacemos sobre nuestras ciudades. Volvamos sobre el Papa Noel: miren sus dedos. Con una mano se aferra a la silla, con la ot
ra señala hacia abajo: ¿Se está rascando la pierna? ¿El dedo índice sólo está recostado hacia abajo, dejándose caer, como el resto de las cosas? ¿Es que la figura de la foto nos está señalando algo?
Levanten el dedo ahora: hacia los portales, hacia las ventanas.
Vuelvan sobre la primera foto.
Listo. Si algo iba a aparecer en diciembre, aparecería por allí.

(fotografías, gentileza de Royi Lescano-Prismas de la noche.
Ver proyecto "Diciembre, 2011" en facebook)
Siete días


Quedan seis días, cinco días, cuatro días para que vuelvas
hice una playlist con nombres de canciones por donde pudiste viajar
Finlandia, Beirut, los soldados de hielo, Copenhague
una noche me escribiste desde un bar en Irlanda
llena de adolescentes irlandeses bailando rock
mandaste una foto con eso
estabas sola, no había nadie
una barra, dos tragos, una inscripción
y tus manos apretadas en los bolsillos
quedan seis días, cinco días, cuatro, tres días para que vuelvas
ayer en la clase de literatura alguien dijo
“la vida es mejor que la literatura”
y otro le respondió “pero la literatura la hace mejor”
y hubo uno que se quedó callado y escribió
sobre personas dormidas
decenas de personas dormidas o durmiéndose
animales y ciudades y la oscuridad encendida
falta sólo una de esas clases de literatura para que vengas
me tengo que bañar tres veces
comer seis
me quedan cuatro noches de sueño profundo
cavidades horarias de las que salgo confundido
y me pregunto si así de simples y livianas son las cosas
la pieza limpia y solitaria al despertar
la puerta abierta, los edificios en el horizonte
las nubes y el cielo cambiando de color
¿cómo pueden ser así las cosas si no te puedo ver?
quedan cuatro, tres, dos días para que vuelvas
tu llegada me va a agarrar escribiendo este poema
queda medio poema para que llegues
la mitad del poema se hará eterna
como si estuviese cruzando el río hacia vos
como si estuvieses dormida en la otra orilla
dormida sacándote fotos, desnuda sacándote fotos
despierta y viva sacándote fotos
hablándome de las cosas que existen pero que no veo
el agua no me dejara mover
agua caliente, agua congelada
y tendré que bucear entre las palabras para dar
con la frase perfecta
la enumeración adecuada para poder cruzar
quedan 500 canciones
queda un noche de fiesta y soledad
quedan tres mudas de ropa
seis o siete comidas
me gustaría encontrarme mañana
con gente por la calle
y decirles, uno a uno,
faltan dos, tres, cuatro días
faltan cinco, seis, medio día
cuando los miro pienso
Beirut, Copenhague, las orillas de Rusia, los soldados heridos del hielo
cuando los veo pienso
“es como si todos estuviésemos esperando algo”
y uno de ellos, el más tímido y violento
ladea la cabeza y susurra
“y nos movemos y estamos quietos

y el poema jamás se va a terminar”.