Baila, baila


El nuevo video viral de Internet se llama Harlem Shake y no es un video, sino un género por sí mismo. La historia comenzó hace unas semanas y se agotará pronto: un comediante japonés y sus amigos se filmaron haciendo un baile ridículo, y luego un grupo de surfers australianos lo imitaron y perfeccionaron. Entonces la cosa explotó: aparecieron Harlem Shakes de porristas, de nerds, un Harlem Shake en un noticiero, en la nieve militar de Noruega, a cargo de una familia nipona, de la filarmónica de Costa Rica, etc.
La cosa es así: hay una cámara fija y una filmación que se divide en dos partes (quince segundos cada una) mientras suena una canción pegadiza que repite “¡Con los terroristas!”. En la primera parte uno de los individuos en escena se mueve de manera ridícula (en general está enmascarado), como si estuviese trabado en un paso de baile, mientras la música se repite y crece. Los otros participantes lo ignoran rotundamente y siguen su supuesta vida cotidiana. En la segunda parte una voz dice “…harlem shake!” y el tema explota y todos (todos) los que estaban en la escena anterior se mueven como desquiciados, cada uno en su propio ritmo: suele haber varios semidesnudos, alguno dándose golpes y otro simulando un ataque de epilepsia.
Eso es todo. Un género por sí mismo y las variaciones e imitaciones que se multiplican, como si pudiésemos contemplar toda su historia en pocas semanas.
Baile, performance, youtubismo, coreografía, el Harlem Shake es, antes que nada, una alegoría: ¿pero qué viene a decirnos?
Acaso el enmascarado que rompe la rutina representa a la espontaneidad, invadiendo la abulia y el trabajo. Acaso ese enmascarado representa lo monstruoso (o la locura) invadiendo el mundo real. Acaso el enmascarado solitario que baila es la política, la politización en la historia de nuestros últimos años. Acaso esos primeros quince segundos son una cita literal de la frase de Warhol, y los quince segundos siguientes una crítica que el mundo web le hace a la idea de obra artística y fama individual.
El harlem shake es también una ironía sobre la paranoia terrorista, una rave familiar, un carnaval individualista (todos bailan solos) y una reflexión ambivalente y poderosa sobre la relación entre competencia e imitación. ¿Quién de nosotros puede ser más original? ¿Quién (y cómo) puede ser más original que todos, aún sin dejar de ser parte de nosotros?





(publicado en la Voz del Int., marzo de 2013)