Una muchacha que hizo una obra muy bella
(reseña sobre "Y entonces el libro", de Alex Appella)


Hay quienes, en la era de la hipertecnologízación del Todo, piensan que el libro, en tanto objeto físico, llegará a su desaparición. Por otra parte, está la tendencia actual a la edición de álbumes-libro, orientados editorialmente a la edad temprana y donde se destacan las fabulosas obras de Pablo Bernasconi e Isol. Y luego están todas esas autobiografías posmodernas, y también los grandes libros en los que se investiga el pasado familiar (“El palacio de la luna”, de Auster; “Los rubios”, de Albertina Carri; “Los monstruos de Templeton”, de Lauren Groff); y además las obras vinculadas al holocausto y a los movimientos inmigratorios.
Todo eso y más se esconde detrás de “Entonces el libro”, la bella y desmesurada obra de Alex Appella, un libro que no es solamente un libro y que está repleto de dibujos, fotos, collages, mapas y un diseño gráfico único que lo hacen un tesoro indefinible.
Hay un familiar que decide contar lo que no había contado, están los años pasados, los secretos que se esconden unos a otros para poder vivir, el techo de una casa agujereado por una bomba, un padre que se aparece en sueños dando consejos útiles, cartas perdidas, un pariente desconocido y, gracias a los cielos, hay una niña que pregunta que luego es una mujer que busca el modo de contar y mostrar todo lo que escuchó.
Vinculado a la estructura del relato policial, a aquellos añorados álbumes de fotos y a las sagas familiares, “Entonces el libro” también cita a los juegos de mesa y a las crónicas periodísticas de calidad, junto con momentos de delicadeza y poesía. El libro es a la vez un catálogo de museo y cada página es un cuadro y cada cuadro una experiencia y un lugar donde uno se pierde y se reencuentra. 
Excesivo, inclasificable, apto para adultos, niños, paseantes, coleccionistas y quien quiera que se tope en su camino, “Entonces el libro” nos recuerda que la memoria no es sólo un modo de decir, sino también un complejo modo de ver y de buscar entre las ruinas. 
Hay una leyenda típica instalada entre nosotros los mortales: que hay cosas que no podemos expresar, que hay vida que no podemos poner en palabras. Alex Appella ha logrado mostrar que esa es solo la primera parte de la historia, y que la segunda puede ser la más hermosa, y que es dolorosa, increíble, épica.


(publicado en la Voz del Int, 2013)